En su página de Preguntas frecuentes, Isabel Allende responde a “¿Qué escritores te han influenciado más?” con la siguiente línea: “Las feministas americanas y europeas, que leí en mi juventud, me dieron un lenguaje articulado para expresar la rabia que sentía contra el patriarcado en que vivimos”. Se echa de menos los nombres de esas feministas. Pero no será difícil adivinar quiénes fueron esas fuentes de articulación, al menos en su novela del 1998, Hija de la fortuna.
Hay un poco de Cixous, en cuanto la masturbación confluye con una búsqueda, como cuando se lee que Eliza imagina que su mano es la de su amado (¿un presagio a su pasar como hombre?). Hay un tanto de Irigaray también, circa “This Sex Which Is Not One”, en cuanto ella habla de sobrepasar las demandas contradictorias impuestas por la sociedad, igual a cómo Eliza debe interpretar la preparación para el matrimonio que le impone su madre adoptiva, Rose, una mujer que nunca se casa. Además hay varias ideas de Audre Lorde esparcidas, unas de ellas proveniente del ensayo “The Uses of the Erotic” en donde propone reencontrar la pasión reprimida para luego verterla en otras empresas: asimismo Eliza toma el amor que guardaba para un hombre que la dejó y lo convierte en su nueva identidad.
Por otra parte están las tretas del débil que describe Josefina Ludmer, en su análisis de las cartas de Sor Juana: se trata de las máscaras, engaños y artimañas que las mujeres emprenden para sobrevivir, gozar y liberarse del yugo impuesto por el hombre. Eliza, por lo tanto, se destaca por su talento para hacerse invisible. Pasan horas antes de que sus padres adoptados y niñeras la encuentras, y es durante estas escapadas que ella canjea cartas de amor con Joaquín Andieta. Luego, llegado a California en busca de este, Eliza se viste de hombre y logra disimular su sexo antes diversos grupos. Al final, cuando le llegan noticias de que lo han matado a Andieta y ella va a verificar si ha muerto du amado, le pregunta su compañero Tao si era él o no; Eliza replica “Ya estoy libre”. En otras palabras, se manifiesta lo que se ha dicho antes (lo que comenzó como una búsqueda de amor termina siendo la conquista de la libertad personal) pero el “ya” encabezando la afirmación de su libertad implica que ya lo fue desde antes, quizás mucho antes. Ni falta hace responder a la pregunta “Era él” directamente (otra treta) porque no importa, y ese es el logro.
Hay bastante que decir sobre el trabajo de Ficción histórica que hace Allende. Un autor menor hubiera tomado la figura de Joaquín Murrieta literal como se ha presentado en el cine y en la imaginación popular para contar un nuevo cuento sobre él. Quizás un autor mayor hubiera, como Allende, enfocado en otro personaje, quizás su esposa Carmelita, y entonces utilizado periódicos y corridos para sustentar esa narración alternativa. Pero Allende, para mí, va más lejos que simplemente aprovechar de la imaginación colonizada o de releer materiales a través de un lente postcolonial. No, Allende no centraliza a Murrieta. Le cambia el nombre, lo mete en una jarra de ginebra, no de whiskey (como nota Ireneo Paz), y nunca menciona que su novela está “basada en una historia real”. Hija de la fortuna se trata únicamente de Eliza, quizás de Rose y Mama Fresia también; lo demás es sueño, ficción, treta. El verdadero Murrieta queda descolonizado, en el sentido de Emma Pérez; así Allende se apropia de la cabeza del bandolero más famoso de la Alta California. Ni es una reescritura. El cuento de formación de Eliza es suya.