En la lectura esta semana, Xicana Codex, más que en ninguna otra, aprecié el progreso del movimiento feminista en etapas y que estas entre sí se hablan. Serán las escenas en donde Moraga literalmente habla con una alumna. Por ejemplo, la escena en donde una alumna comparte su cuento sobre el padre que lee Clifford a sus hijos. Moraga –conmovida por el lenguaje, la candidez y la manera en que su alumna visibiliza a la comunidad latina– proclama que ella llegará lejos en este país, si este no le impide el camino. También está la alumna “bulldagger” que entra a su oficina para hablar del movimiento trans. Tanto Moraga como la alumna quieren seguir siendo las hijas de su madre, no convertirse en sus hijos. O también está la conversación con su alumna negra lesbiana de Luisiana que no había leído a Audre Lorde y entonces no sabía que el lenguaje para describir la sensación de no pertenecer a la madre que quieres ya existía. ¿Asumo que le compartió el poema? Si no con su alumna, por lo menos lo compartió con el lector del Codex.
Más allá de las alumnas, consta también las conversaciones entre Moraga y su hijo, como la vez que él le pidió leer el Dreams From my Father de Barak Obama o la vez que Moraga le pidió amortiguar su enojo después de una pelea. Contrasto esto con las peleas entre Celia, su pareja, y su hijo grandulón que la menosprecia; o, peor, con la tragedia de Marsha Gómez asesinado por su hijo, que luego Moraga interpone con el episodio de “las lágrimas que no paran” de su hijo. Son estas conversaciones entre Moraga y su progenie sanguínea o intelectual que me manifiesta la idea de etapas del feminismo en conversación literal.
Por otra parte, doy crédito a un posicionamiento poético suyo, no sólo lo literal de describir conversaciones sino el llamarse una escritora “middle-age” y dirigirse a un público contemporáneo determinado desde sus experiencias, pérdidas y estudios. Reflexiona sobre el Budismo, el I Ching y la impermanencia que aluden al flujo del tiempo; también sobre la última conversación que tuvo con Anzaldúa, a quien consideraba de su generación, pero diez años mayor y más conectada al pasado, especialmente ahora que Anzaldúa ha muerto. Moraga se observa caminando entre la vida y la muerte, cada vez más cerca a la segunda, excepto cuando conecta con el lector. En un momento dado, textualmente apela a la nueva generación de feministas, para que aprendan de ella. Todo esto respalda esa imagen de una autora madura, que motiva la sensación que tengo de un movimiento feminista en progreso de nacimiento a muerte . . . de inigualdad a la igualdad . . . de separación a retorno . . . pero en especial de generación a generación, ambas en conversación.
En suma, hay una exposición de ideas a través del Codex en clave de tener algo viejo que impartir a la nueva generación, que yo contrasto esto con muchos de los textos que hemos leído que tratan de romper con el pasado por completo (Mohanty, Anzaldúa), o usan el pasado de cita para hacer una declaración de por siempre (Ludmer, Ahmed) o sincretizan las distintas voces del pasado para establecer un punto de vista relativamente objetivo (Feminist Theory: A Reader). Mientras tanto, el Codex vino y pasó. Se dirigió a personas de la primera década del nuevo silgo, con toda la retrospectiva de alguien pudiera tener en ese entonces, pero no la nuestra. El capítulo sobre Obama, sin haber sufrido los cuatro años de Trump por ejemplo, vienen a la mente. Por este y otros casi diría que el libro suena “dated”, aunque sé que eso podría llegar a sonar ignorante; claro está que las cosas fechadas tienen valor para nosotros, igual que se espera que nuestras cosas con fecha se apreciarán en el futuro.
Aparte, noto contradicciones en lo que digo (por ejemplo, Anzaldúa también se dirige a “la nueva mestiza”; Pérez cita rotundamente a sus predecesores; Sandoval arma su teoría sobre del ciborg sobre la de Donna Harroway). Sin embargo, se me hace que esos textos fueron escritos para leyese en cualquier momento, atemporalmente. En el Codex¸ por contraste, siento el movimiento, oigo la conversaciones y presiento un progreso hacia el futuro. Quizás sea el “time-stamp” que se les dan a estos ensayos, marcando un público determinado y acabado entre 2000–10. De todas maneras . . . habría que reflexionar más sobre el tema, pero no hay suficiente tiempo.