En pleno era de reconstrucción, un libro publicado anónimamente se atrevió a denunciar la hipocresía de los ganadores de la Guerra Civil estadounidense: Who Would Have Thought It? (1872). Hay una abolicionista que protesta socorrer a una huérfana por su color de piel. Hay un sacerdote protestante que finge matrimonio con una señora abandonada para aprovecharse de su dinero. Y hay una familia de militares y senadores con el apellido de una risa de bruja (Cackle) que luchan en nombre de los más grandes ideales de los Estados Unidos, es decir a calumniar, reprimir y estafar a sus semejantes para ganarse más de lo que una vida honesta les ofrece. En total, forman un circo entretenido, siempre y cuando al lector le alcance el algodón de azúcar para aguantar semejante espectáculo amargo.
A mi ver, la novela sería una sátira chata como la última página de un periódico, si no fuera por el retrato casi mágico del personaje central, María Dolores Medina (Lola), quien se encuentra atrapada en medio del circo. La conocemos a los diez años con piel negra, aunque en realidad ella nació blanca (es una mexicana capturada por los apaches, quienes la coloreaban para evitar que ninguna persona ‘civilizada’ la rescate). Una vez ‘a salvo’ en Nueva Inglaterra, ella regresa a lucir la piel de su madre, pero no antes de pasar por cada capa de color de piel intermedio. Como se podría esperar de los ‘santos’ que la rodean, la tratan diferente a medida que la ven diferente. Al final de la novela, su amante Julian, el tío de este y su verdadero padre conspiran para llevarla a Cuba, donde le espera la promesa de una vida mejor. Es el sueño americano en reverso, el destino manifiesto invertido, todo un final que viste la obra en la túnica de un romance histórico—por lo contrario, en su desnudez, sería pura tragedia, donde los malos ganan en los Estados Unidos.
Gracias a la imprudencia de un reportero, quien conoció a la autora en una estación de tren, se publica una reseña atribuyendo Who Would Have Thought It? a María Amparo Ruiz de Burton. Ella fue una pequeña burguesa, originalmente de Baja California, quien vivió las múltiples intersecciones que atraviesan a la pobre Lola (también María). Emigrante a los Estados Unidos, amante a un coronel, activista para el sufragio de las mujeres . . . y ávida lectora de la historia y poesía griega, la María de verdad unió su ojo y su pluma para ridiculizar su entorno, que se consideraba económica, racial y espiritualmente superior al resto del mundo.
Si fuera sólo para experimentar la perspectiva de una mexicoamericana compleja en un Estados Unidos recuperándose de la guerra que casi lo partió, este libro es valioso. Sin embargo, en comparación con otras obras de temas similares, quizás se le otorgaría más valor aún.
La primera es la de Margaret Mitchell, Gone with the Wind; ambos son romances históricos, ambientados en ese período de transición, sólo que Who Would Have . . . cuenta 300 páginas, no mil, y por ende se limita a utilizar la unidad del párrafo para avanzar la trama, sin desvíos hacia lo pastoral. También está el libro de Louisa May Alcott, Little Women, que comparte la Nueva Inglaterra post-bellum. En ambos libros hay dramas personales, familiares y sociales, además de un final romántico, sólo que en Little Women el hilo unificador es el optimismo. La hermana mayor Meg encuentra el amor, gracias a la ayuda de sus hermanas, con poco auxilio masculino, y para vivir cerca de ellas Meg decide permanecer en su pueblo natal.
Parecería que la rueda de Fortuna ha girado mejor para estas otras dos obras, en cuanto ventas y reconocimiento literario. Otros dirían que se debe no a Fortuna sino al racismo. Sea lo que sea, nadie podría tachar la obra por fallas del “inglés” como temía la autora de Who Would Have. . . . Quizás nos ofrezca una vista cansadora, dedicada a la caricatura y al ensayo ideológico; por lo menos se desengaña de la nostalgia de Mitchell y ya es demasiada adulta para el infantilismo de Alcott. Para quien lea la novela, encontrará una nueva voz, una voz ignorada, dotada de sagacidad y con mucho, mucho, mucho que decir.