Este poema es el hermano a la que transcribí anteriormente, del abogado, maestro, y director de orquesta, Jesús María Alarid.
Para dar un poco de contexto a las dos obras, noto unos datos claves: la incorporación del territorio Nuevo México tardó casi una generación, entre 1850 y 1912. Debería haber sido difícil que un congreso aceptara un estado cuyo nombre inspiraba suspechas, especialmente después de la guerra con México. Aun más profundo, el territorio contaba con una población mayormente hispanoparlante, de clase trabajadora, y que no dominaba el inglés. Por estas y tantas otras razones se debatió con furor el sí y el no de añadir a Nuevo México al proyecto estadounidense. (Pienso que, como el estado nos ha dado a Georgia O’Keeffe, Jeff Bezos, y el plato volador de Roswell, ¡al final fue lo correcto aceptar a Nuevo México!)
En 1889 apareció el primer poema de Alarid, defendiendo el idioma español, y a la vez llamando atención a la importancia de aprender un segundo idioma (el inglés). Décadas más tarde, una vez incorporado el estado de Nuevo México, el abogado-maestro se sintió inspirado a dar pluma a los siguientes versos. No se sabe exactamente en que año se publicó. Sin embargo, no obstante que los temas son intemporares: que el entender el español nos llevará a entender el inglés; y que, al ocurrir esto, ahí podramos aprovechar de ambas culturas, para crear una indentidad singular, juntos.
Para todo hispanoamericano, nativo de esta tierra tan maravillosa que llamamos los Estados Unidos, disfruten y aprendan de nuestro patrimonio, nuestro derecho, de ser lo que somos, y aportar lo que somos.
(Prestado de: En otra voz, Antología de la literatura hispana de los Estados Unidos. Editado por Nicolás Kanellos, Arte Público Press, Houston, Texas, 2002, 92-5.)
La lengua española
¡Oh legistas peregrinos!
¡Oh Licugos en envión!
Que sois listos y ladinos,
Escuchad con atención
Estos versos matutinos.
Decís que sois elegidos
Para hacernos beneficio,
Y que a prestar buen servicio
Estáis todos decididos
Y a evitar todo perjuicio.
Yo como simple mortal
Todo eso y más creeré,
Y por esto os hablaré
De lo que es más esencial
Y aquí mismo os lo diré.
Sabed que el idioma natal
Que en los pechos he mamado,
El idioma celebrado
Que se habla en la España actual
Es proscrito y desterrado
Y con artera asechanza
Se ha privado su enseñanza
Entre los niños hispanos
Por el odio o la venganza
De pérfidos artejianos.
No tiene entrada en la escuela
El idioma de mi raza
Y su uso se rechaza
Con rigor que desconsuela
Y de injusto se propasa.
El idioma de Cervantes
De Lope y de Calderón
De tanto ilustre varón
Que ha florecido hoy y antes
En tanta tierra y nación.
El de Isabel la Católica
Que ayudó al descubrimiento
Y con tan noble ardimiento
Animó con su fe insólita
A Colón en su arduo intento.
La lengua que hablan ahora
Naciones aun más que veinte,
Y a que el futuro atesora
Renombre tan eminente
Por su suavidad sonora.
La lengua que siempre usaron
Los que esta tierra poblaron
Con heroísmo sin igual,
Y que a sus hijos legaron
Sin temor a ningún mal.
Esta lengua desterrada
Se halla por la ingratitud
Y adulación desgraciada
De unos hijos sin virtud
Por quienes fue traicionada.
Esta lengua es la española
Que por un orgullo necio
Contemplaron con desprecio
Legistas que a la bartola
Dormitan con sueño recio.
Ahora esta lengua esclava
Os pide la libertad
Y espera en vuestra piedad
Que remováis toda traba
De servidumbre y maldad.
Pues justo es que los hispanos
Estudien su lengua propia
Porque es el tesoro y copia
De recuerdos tan ufanos
De que está llena su historia.
Cumplid, pues, vuestro deber
Ilustres legisladores,
Y os haréis acreedores
A obtender y merecer
Nuestros aplausos mayores.
Recibiréis grande honor
Que brillará como el sol
Si hiciéreis que el español
Se enseñe en nuestro redor
Con celo y con devoción.